
En nuestra visita días atrás la encontramos casi desierta, con uno que otro veraneante retozando en sus arenas. Qué diferencia este ambiente sosegado con el de la temporada de verano, cuando La Isla se colma de veraneantes y turistas que la llenan de color, bullicio y alegría, esta vez eran las aves quienes se deleitaban con el ir y venir de las aguas. A falta de ese mar humano sentimos que también es espléndido tener toda la playa para uno solo, es perfecto para relajarse olvidándose de todo, solo acompañado del fresco viento otoñal, el ruido de las olas y gaviotas celebrando su “pirámide. Este debe ser el motivo de que la Isla durante toda la temporada invernal no deje de recibir a veraneantes solitarios y curiosos turistas en busca de las mejores fotos.