LEYENDA DE LA MAMA HUARMI

17/7/13

LEYENDA DE LA MAMA HUARMI

balneario de Churín
Pileta de la Mamahuarmi en la Plaza de Armas
del balneario de Churín
La historia dramática  de la princesa churinense empieza hace unos 450 años, cuando llegó a estos lares un bizarro capitán español, que luego esclaviza su corazón y acapara las caricias de la bella Urpi, dando paso al fruto de ese amor, un hijo.

El cacique Runa Kachi “Hombre Sal” vivía en esas tierras y con su esposa tuvo una hija. Ella creció entre retamas y eucaliptos, sumergiendo su delicado cuerpo en el río. Conversaba con las avecillas y miraba a los cóndores. En el día el Inti la admiraba y durante la noche, la Quilla envidiaba la belleza de Urpi. Pero el destino quiso que llegara a churín, el conquistador barbado, con yelmo y coraza, espada de acero y grandes botas, montando brioso corcel. La gallardía del soldado impresionó a Runa Kachi, quien le dio hospitalidad, y especialmente agradó a la ñusta.

El jefe ibérico estaba acompañado por soldados y su misión era encontrar oro y plata y cuanto objeto de valor que pudiera engrosar las arcas de Francisco Pizarro, tesoros que más tarde envió al poderoso rey de España. Los españoles vienen cansados, han viajado por caminos de herradura, desde Pachacamac por la costa, hasta la sierra y la telúrica Cajamarca.

Runa kachi hizo honores a los hispanos y en señal de hospitalidad ordenó a su hija atender a los guerreros. Pasaron los días y el capitán se enamoró de la candorosa Urpi, de sus largos y sedosos cabellos, de sus ojos almendrados y oscuros como la noche, de su piel cobriza y reluciente como el cobre pulido, de sus formas femeninas, exquisitas y sensuales. El romance fue apasionado. En él se mezcló la fuerza guerrera española con la delicada india, en lo que quizá fue uno de los primeros mestizajes  en nuestras tierras. Pero él tiene que partir para responder  a la orden del veedor don Miguel Astete, pero promete volver mientras su amada llora  desconsolada.



Los días transcurren y Urpi ve desesperada como crece en su interior la palpitante nueva vida, tiene miedo a la furia paternal y acude a su madre. Ella le aconsejó: “Escóndete en la cueva rocosa, tachonada de musgos y estalactitas de exóticas y misteriosas figuras. Allí enviaré a atenderte".

Nació el bebé y creció como también lo hizo la cólera de Runa Kachi, que juró vengarse del español que violó su confianza y lo avergonzó ante su pueblo. Diligentemente preparó una flecha y la mojó en veneno vegetal y esperó. Pasaron los meses y años, pero el recuerdo no murió, y un buen día retornó el capitán. La madre de Urpi atenta, le hizo saber que su amada estaba en la gruta. Hacia allí fue el noble español. Pero Runa Kachi lo siguió sigiloso entre árboles y rocas, como un
puma que va tras su presa.

El jefe hispano llamó a su amada: ¡Urpi!, le gritó emocionado. Ella salió corriendo con el niño en
brazos, se agitó y clamó: iChurique! iChurique! iEste es tu hijo!

Runa Kachi, observó y sus ojos se nublaron por el odio y la humillación, templó el arco con la flecha asesina y lanzó el certero dardo que cruzó el aire hiriendo mortalmente al niño. Un grito desgarrador brota de la aterrorizada Urpi, mientras su hijo moría, y su amado con los ojos desorbitados trató de empuñar su espada, pero Runa Kachi, se esfumó como un fantasma dentro del follaje. Ella cogió el cuerpo sin vida de su hijo y se internó en la caverna cubierto de musgos y helechos, quedando como recuerdo el agua que gotea perenne de la roca, como si llorara desconsolada y eternamente por
el niño.

De esta manera el poblado fue conocido con el nombre de "Churique", ("Tu hijo"), pero como sucede con los nombres quechuas, este, con el correr del tiempo se fue modificando hasta
que quedara con el nombre de Churín. Desde entonces, los Apus, dioses protectores del aire, agua, tierra y vegetación, cuidan a la misteriosa Urpi, confiriéndole inmortalidad y permitiendo que en las
noches de luna llena, aparezca entre las rocas en la gruta "Mama Huarmi” (Mujer madre), la hermosa y subyugante ñusta. Desnuda y de larga cabellera, recordando ese amor inquebrantable hecho leyenda, más fuerte que la vida y la muerte.


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